Se trata del poema Mutabilidad, obra del romántico Percy Bysshe Shelley, cuyas dos últimas estrofas también reprodujo su esposa, Mary Shelley, en Frankenstein. Los versos finales (nada es verdadero salvo la mutabilidad) me recuerdan el final de un soneto de Garcilaso que dice: todo lo mudará la edad ligera/ por no hacer mudanza en su costumbre.
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