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martes, 8 de abril de 2008

Luis Antonio de Villena: próxima visita de nuestra Aula de Poesía


Luis Antonio de Villena será el invitado de nuestra próxima sesión en el Aula de Poesía Francisco de los Ríos que se viene ya celebrando durante diez años consecutivos, gracias a la colaboración del Ministerio de Cultura. El jueves 24 de abril a las 12 horas en el salón de actos, Luis Antonio de Villena realizará una lectura poética de su obra, algunos de cuyos poemas el Instituto ha editado en un cuaderno antológico titulado Cantos y cuentos, edición al cuidado de Balbina Prior, poeta y traductora profesora del centro. Asimismo, el escritor hablará sobre su vida y su obra, su forma de entender la poesía y el arte, e igualmente un grupo de alumnas recitará algunos poemas seleccionados.

La obra poética de Luis Antonio de Villena presenta una trayectoria extensa, conocida y peculiar, ya que se trata de un poeta con una amplia bibliografía y con presencia cotidiana en los medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Definido por algunos como dandy, epicúreo, culturalista y decadente, en su poesía es fácil ver las continuas contradicciones del ser humano que se confiesa débil, que adora los cuerpos pero pretende una sublimación espiritual, que detesta la vejez pero admira la historia, que disfruta la viva pero coquetea con la muerte. Un poeta que por ser de nuestra época no ha podido aparecer como uno más del Romanticismo o del Modernismo, entre los que no hubiera desentonado. Tal vez por ello, la obra de Villena recoge la melancolía elitista, oriental, sibarita, desequilibrada y libertina de dos siglos que se precipitan en el poso de sus poemas y de la que a veces presume.

A continuación, incluimos Raso en la autopista, un poema perteneciente a una de sus primeras obras, Sublime solarium (1971).


Raso en la autopista

L'anima sua bianchissima e leggera
Sergio Corazzini

Brillantes son las avenidas de la noche,
las vacías autopistas que solitario
atraviesas en la cabina de un coche,
como si una soledad acristalada
permitiese la vida de los sueños, de las
niñas que mueren de amor ante los
cines, fuera del mundo, al borde de la noche.
Automóviles solos que en todos los moteles
hablan del saxo azul de los night-clubs,
de un silencio de seda, del fuego que
abrasa las tablas de la ley cuando
el malhechor - raso en la pechera - decide
ahogar su dolor en los cetáceos muertos,
en la pálida estrella que ve brillar
tras el arabesco del balcón en un
motel cualquiera...
Con el alba el claror redibuja un paisaje,
el cascote del día resuena contra el
níquel y hay olor a comienzo de caza
en los bares desiertos, desiertas avenidas...
Las sábanas entonces, al que tarde regresa,
le ofrecen dulzura de hierba cortada,
rocío en las hojas de los tréboles,
trinos de tordos que saludan al alba.
En tanto tú regresas, marchito el clavel
en la tersa solapa, dispuesto al sueño,
al olvido del dolor, al rubio olor del champaña...
Y mientras, las carreteras desenvuelven
las alfombras azules de la madrugada.

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