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lunes, 22 de junio de 2009

El hombre extendido y la biblioteca humanoide



Fuente de la presentación: Cep Málaga.

Hasta hace muy poco, creíamos que un hombre, una mujer, eran exactamente esos cuerpos que andaban a nuestro alrededor, con los que hablábamos y pasábamos el tiempo. Hoy sin embargo, parece cada vez más claro que el ser humano se extiende fuera de sí, incluso desde su origen homínido con la utilización de herramientas. Andy Clark y David Chalmers establecieron el concepto de mente extendida. Podemos considerar, por ejemplo, que una anotación es una memoria extendida y por tanto una parte extendida o externa de nuestro cerebro. Desde este punto de vista, podríamos añadir que la biblioteca no es un producto humano, es una parte extendida de la mente humana a la que recurrimos cuando la necesitamos puesto que nuestro cerebro es incapaz de almacenar y recrear toda esa ingente cantidad de información.
Efectivamente, no sólo disponemos de extensiones mentales, sino motrices como el coche, o digestivas como la cocina. Aparatos y aparatos que sustituyen y extienden las funciones de un cerebro, el nuestro, que a decir de algunos no es precisamente una obra maravillosa, sino una chapuza de la naturaleza. Gary Marcus así lo entiende al aducir que el cerebro, como en general el cuerpo humano evolucionó optando por hacer apaños a partir de los recursos de que ya disponía para solucionar problemas o retos de supervivencia, es decir, reutilizar los recursos para otros fines provocando a veces chapuzas naturales que no son precisamente un prodigio de la construcción. Por ejemplo, la memoria humana evolucionó a partir de la memoria localizadora animal que es genérica a largo plazo. Sin embargo, la vida actual del ser humano exige memoria localizadora específica, algo que el ordenador puede hacer fácilmente, y al ser humano le resulta muy costoso, como saber dónde hemos aparcado el coche o dejado sus llaves.



En el ordenador toda memoria está muy organizada y es local, mientras que la memoria humana da la impresión de estar apelotonada, una memoria contextual que exige hacer una serie de evocaciones hasta que encuentras lo que quieres recordar. De modo que si la mente y el cuerpo no son tan maravillosos como parece -a pesar de que tengan una eficacia y compeljidad asombrosas- no es de extrañar que el ser humano tenga que recurrir a extenderse, a tomar extensiones que compensen sus déficits. Con la sorna que lo caracteriza, es algo de eso lo que vemos en las viñetas de Quino. Hay naturalmente más ejemplos de los que aparecen.
La extensión del ser humano trae consecuencias notables sobre todo en la actualidad en la que la proliferación de herramientas hace que podamos realizar externamente muchas funciones antes imposibles de reproducir.
Hace mucho tiempo que el hombre recurrió a otras piernas -las de los animales-, a otros brazos -los del viento en los barcos-, incluso a otros cuerpos y rostros -las máscaras, el maquillaje, el vestuario...-, pero los avances actuales han hecho que reduzca tanto su ejercicio físico natural que ha comenzado a perder funciones de sus piernas originales, de sus brazos naturales. La pregunta es si el ser humano futuro será realmente un ser humano extendido y sólo eso, con un centro vacío, un núcleo director perdido e idiotizado. La calculadora se convierte en la extensión de una parte de nuestra mente matemática, pero ¿para mejorarla o para empeorarla? ¿Nos sirve para realizar operaciones más complejas o hace que nuestros cálculos sean cada vez más estúpidos?
Esos mismos efectos pronto serán efectivos en el lenguaje: existirán extensiones que escribirán con corrección sin que nosotros la tengamos -podremos escribir en lenguaje sms o con faltas mientras que los demás leerán un texto de total corrección-, nos traducirán perfectamente a otras lenguas sin que nosotros las conozcamos -véase si no, Google Wave que ya hará efectivo alguno de estos avances este mismo año en la mensajería por internet-.
La biblioteca seguirá siendo una extensión de nuestra mente, pero será infinitamente más grande y más rápida, más eficaz. Tendremos toda la información que queramos instantáneamente y podremos recrearla sin demasiadas habilidades artísticas o intelectuales personales. La biblioteca será entonces humanoide, porque podrá tener la inteligencia y la sensibilidad de que carezca la propia persona que la usa. De forma que la extensión podrá contagiarse de la humanidad de su creador, incluso ser más humana que él mismo.
No estará en ningún sitio e irá con todo el mundo a todos lados. Los lectores de rss filtrarán nuestras demandas y los reproductores nos comunicarán el resumen, buscarán contenidos complementarios o contrarios y nos ofrecerán hipótesis. ¿Leeremos? ¿escribiremos a mano?
Quizá aparezcan los gimnasios mentales -¿se llamarán así en el futuro las actuales bibliotecas físicas?-, a los que acudiremos para ganar agilidad, nos harán escribir y leer sin ningún objeto, como se corre por una cinta sin fin o se pedalea en la bicicleta estática.
O tal vez al contrario, para poder controlar tantas extensiones corporales y mentales necesitemos todos nuestros recursos cerebrales, nuestro conocimiento se vuelva ambicioso y logre el poder de saberlo todo o casi todo gracias a la biblioteca humanoide y al hombre extendido.

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